Meó afuera del tarro
Hace unos días, cité un artículo de José Pablo Feinmann en este post. Otra vez, ofrezco otro artículo del (cada vez menos querido) autor de La Sangre Derramada, entre otros libros. Parece que el hombre quiere ser gran protagonista del blog (?).
No creo que me salga un texto cauteloso. Algo así como: “Tené cuidado. Al principio siempre seducen. Pero después te desilusionan y quedás pagando”. Miren, si quedo pagando, quedo pagando. No me voy a privar de la sinceridad ni del entusiasmo por eso.¿Fue previsor? Más o menos. Mejor continuemos:
Usar la palabra es usar la inteligencia. Cristina F no leyó. Miró a todos, a todos los que estaban en la sala del Congreso y empezó a hablar con una seguridad apabullante. Sobre todo para esos grandes machos que la habían precedido en el puesto, vacilantes, levantando apenas la mirada de los papeles, dando la clara muestra de estar diciendo ideas que les habían dictado. Las ideas que venían a cumplir. Tampoco Cristina F dio –por medio de su uso de la palabra– la imagen de algún célebre “Guitarrero” del pasado. Ricardo Balbín podía hablar horas y no necesitaba leer. Pero le faltaba concisión y apelaba a giros y metáforas de cuarta o quinta categoría. No usaba la palabra, la “charlataneaba”. Le quitaba rigor. Cristina F habló con precisión. Se adueñó de la palabra para expresar sus ideas. ¿Quién podría dudar de que fueron suyas? Una mujer, señores. Qué lección. A su lado, ayer, todos los hombres palidecieron. Abran paso, para bien del mundo: se vienen las minas.A mi no me incluyas, la concha de tu madre. Me parece que se desbocó el amigo José Pablo, o se está desbocando (basta con mirar este otro artículo) progresivamente.
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Hablar sin leer no es improvisar, como ya andan diciendo algunos de esos periodistas que dicen “de que” antes de empezar a hablar y que son el azote bruto y fascistoide de nuestras radios. Hablar sin leer es saber tenazmente lo que uno quiere decir. Saberlo porque se lo ha pensado mucho. Quienes son o han sido mis alumnos saben que eso es exactamente lo que hago en mis clases. No es por arrogancia. Es porque no someterse a la estructura dada de un texto escrito le permite a uno la creatividad pura en el momento exacto, preciso en el que habla.
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también se permitió la emoción. Y hasta casi el descontrol. Fue cuando recordó a Eva. A quien nombró así, Eva. Tan inusualmente. No Evita, Eva. Y dijo que era ella la que debió estar ahí, “donde ahora estoy yo”. Y después habló de su militancia joven, y de las Madres y de los juicios a los genocidas.
Pero usar tan brillantemente, con tanta exactitud y minuciosidad la palabra tiene un riesgo. O, sin duda, una enorme responsabilidad. A esa palabra tan corajudamente usada no podemos sino (nosotros, que la escuchamos) tomarla. Porque la palabra se usa y la palabra se toma. Cristina F: le tomamos la palabra. Hoy, convencidos por tanta inteligencia y pasión, le creemos. Pero quedamos a la espera. No la espera fácil de sentarnos a esperar que usted se la juegue sola y cumpla. Se tratará de una espera esperanzada y militante. Porque nosotros también (y muchos más como nosotros, muchos otros argentinos que no son materia dócil de las usinas de la charlatanería estiercolera y cretinoide, sino que piensan por sí mismos y tienen todavía valores morales y utopías locas) creemos que al terrorismo se lo combate con los derechos humanos. A la delincuencia con el trabajo y la inclusión. A los empresarios bajándoles sus rentabilidades opulentas para poder hacer barrios en los arrabales, escuelas. Nosotros –sobre todo esto Cristina F– también creemos que mientras exista un pobre, un marginado, un excluido, este no será un país justo. Y porque creemos esto es que le tomamos la palabra. A usted, que tan bien la usó, se la tomamos para que la cumpla. Y si la cumple, vamos a estar ahí. Como muchos otros. Que hoy le creyeron y quieren (y acaso necesitan como el pan de cada día) seguir creyéndole.
Basta con leer un poquito para saber que a los políticos no hay que creerles NADA. Y en Argentina eso lo tenemos que saber de una, hubo mejores oradores que Cristina a lo largo de la historia, mucho mejores y sin embargo, cumplieron poco y nada con su palabra.
Feinmann, para mí, pecó de ingenuo al mango, ¿Cómo te podes desbocar por el discurso edulcorado de una tipa que tiene buena retórica? Es decir, sabiendo que de las palabras a los hechos hay una distancia de la puta madre en la política nuestra. Ojo, coincido en eso de que dar discursos sin leer algo, no es improvisar, demuestra la inteligencia, la capacidad del orador. Pero nada más, no quiere decir que hay que tomarles la palabra, más sabiendo que ya los argentinos les tomamos la palabra a oradores más capaces y así nos fue, como el orto.
No, a mi no me incluyas, ni en pedo. Hay que ser más pragmáticos que ellos, no hay que tirarse a la pileta porque después te encontrás con que está vacía.
Que le vaya a pedir a su querida Cristina que el explique Skanska, Antonini Wilson, Miceli y demás... ¿tanta papota te ofrecieron para que te mandes este artículo? Otro intelectual que se va de mambo y mea a 400 km del tarro.
Influyó: Mide/No Mide
Etiquetas: Latina nación, Personajes
1 Comentarios:
El problema con Feinmann es que pega con la izquierda y cobra con la derecha (?). Me mata esa frase.
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